domingo, 1 de septiembre de 2013

Sentir cada paso...

Crecimiento

El 25 de agosto muy temprano acepté el reto de estar en la línea de salida de una prueba de 42km y demás metros hacia una meta que estaba esperando ya nuestra llegada.
No solo fueron los metros y los kilómetros fue también lo que sucedió meses atrás cuando acepté incomodarme y realizar una carrera con estas características.
El lugar era importante, no cualquiera, sino uno que diera ese homenaje a tal reto y mi decisión fue el Distrito Federal. Ahí nací, ahí crecí y también ahí están los recuerdos de momentos que han sido parte de esta historia que el día de hoy comparto.
Regreso a honrar cada momento de mi aprendizaje en esa ciudad, no solo a las calles sino a la gente que ha estado conmigo.

No fue fácil el entrenamiento, fue encarar el cansancio y seguir con una rutina que se encuentra llena de  compromisos y responsabilidades. El lograr comprender este cansancio y transformarlo fue lo grandioso, mi cuerpo lo comprendió también y con un mensaje claro fluía ante las cargas de kilómetros y ante las estrategias de velocidad.
Me acompañó mi vocación, mi formación en Yoga me ofreció los medios para llevar este reto a un momento de encontrar fuerza y voluntad, la concentración ayudó a no perder de vista el verdadero objetivo de mi interés por experimentar la prueba del Maratón.
A tal reto, también se integró el consejo de compañeros con experiencia en estas distancias y esto ayudó para empezar a sentir.
Esa mañana aún de noche pudimos observar como tomamos eventos como símbolos de nuestro crecimiento y buscamos motivos para sentir.
Esa despedida profunda y emotiva en la salida fue solo el principio de sentir cada paso hacia la meta.
Me di la oportunidad de identificar momentos importantes ante la ruta que iba recorriendo. No solo era el tiempo total de mi carrera, no solo era el cortar el cronómetro en cada kilómetro para identificar mi ritmo, no solo fue la hidratación, sino también fue el sentir...
Vivir desde el interior cada paso significó integrar todo, mi cuerpo, mi mente. Surgió entonces una comprensión de lo que sucede cuando corremos, y esto es verdaderamente a lo que llamo unión.
No existe nada tan importante como el momento que vives a cada paso a cada centímetro, en cada respiración.

Te acompaña todo, y a la vez estás sola, ya que descubres que esa soledad te da realmente la fuerza para seguir.
Estas acompañada de 19, 999 corredores más, pero tú eres la única que decides dar el siguiente paso.
Nada lejano a lo que la vida expresa, puedes compartir pero el que decide eres tú, en esa sabia soledad el siguiente paso hacia tu objetivo, hacia tu meta.
Expectativas había, muchas tal vez, pero seguro era que llegaba a la meta. ¿En qué condiciones? No lo sabía, pero ya había algo de certeza gracias al entrenamiento, gracias a esos ensayos. Pero la verdad estaba ahí en ese momento. No antes ni después, solo ese momento.

¡Encontré el apoyo de mis tres hijas en el camino y me llené de esa alegría!

El clima fue benévolo, y así pude lograr 27 kilómetros fluidos y constantes. Al inicio de los 28 empecé a sentir mis piernas rigidas, apliqué estiramientos y logré tener tranquilidad otros 3 kilómetros.

Ya no fue lo mismo a partir del 30, ahí fue el verdadero aprendizaje de la incomodidad, mis estados de ánimo empezaron a fluctuar de tal manera que era ir de la alegría a la tristeza, de la frustración a la voluntad de continuar. Mi paso ya no fue el mismo, pero la voluntad estaba en el estado más alto.

Fue evidente, a la mente no le gusta la incomodidad, me invitaba a parar, me invitaba a no volver a hacer estas locuras que miden 42 km y un poco más de metros.
¡Me reí! y continué. Sentía cada paso...

En el kilómetro 37 tenía una cita, estaba ahí esperándome. Me fortaleció mucho haber encontrado a Iván. Me sorprendió cuando me dijo: ¡Te ves entera!, válgame yo me sentía más que partida, y ahí entendí todo.
Cuantas veces nos hemos sentido partidos, con la mente en contra corriente de nuestra voluntad y pensamos que estamos caídos. Pero nuestra fuerza para llegar es más que evidente hacia esos ojos con sabiduría.

Tomé esa sabiduría; estiré, profundamente llevé más a mis pulmones de esa energía llamada respiración y no paré hasta encontrar la meta, hasta sentirla, hasta vivirla de forma plena.
Concentrada en mi fuerza, en mi voluntad. ¡Qué gran aprendizaje!
Nunca estuve sola, siempre estuvieron ahí todos y todas.

El agradecimiento profundo hacia lo vivido se traduce el día de hoy en crecimiento, no solo en mi experiencia como corredora sino también como Ser humano. Mi cuerpo siempre estuvo listo para este reto, la mente era la que dudaba. Y claro ya le avisé a la mente que mi siguiente maratón comienza hoy con mis ganas de seguir corriendo, viviendo, sintiendo.


Fannie G. López Frisbie